La Fundación debe su nombre al profesor Agustín Serrate Torrente (1911-1986), por su destacado papel en el campo de la psiquiatría española, especialmente de la psiquiatría infantil. Perteneció a una clase de psiquiatras ilustrados, enamorados de su profesión, y fue Adjunto a la Cátedra de Psiquiatría y Psicología Médica del Dr. Rey Ardid en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza. Tuvo un papel determinante en la docencia de la psiquiatría desde 1969 hasta su jubilación en 1983.
En el Día Mundial de la Salud Mental (10 de octubre) de 2014, el psiquiatra oscense Álvaro Monzón recordó la genialidad y ensalzó la bondad de su profesor y colega, al que describió como «una persona extraordinariamente discreta a la par que brillante«, y del que destacó su capacidad para resolver conflictos. «Era imposible discutir con él, detectaba rápidamente los conflictos y los sabía resolver con facilidad«.
Monzón no solo descubrió la faceta personal del ilustre Agustín Serrate, sino que también recordó algunos de sus principales méritos científicos, como su «visión dinámica y abierta» sobre la psiquiatría. Explicó que cuando los expertos de la época tenían una visión «más bien rancia y antigua» de la psiquiatría, Agustín Serrate aportó una perspectiva «dinámica y abierta de lo relacional«.
Así, mientras la mayoría de los profesionales consideraban que las enfermedades mentales eran «esencialmente biológicas«, Serrate fue más allá y tuvo en cuenta el entorno familiar y social del paciente. «Agustín Serrate contemplaba las cosas en su conjunto. Una persona tiene una serie de relaciones, primero con su familia y luego con los que le rodean, y eso configura principalmente su mente. Estas relaciones son más determinantes que la genética o la biología en la configuración de la mente«.
Monzón también destacó la labor docente de Serrate, del que dijo fue «una figura adelantada a su tiempo en la psiquiatría» y «el alma de todos los estudiantes«. Pero el oscense no solo «brillaba» en este campo, también era «un auténtico ilustrado, un verdadero humanista, que sabía mucho de literatura o filosofía«.
La discreción y modestia de Serrate hacía que pasara desapercibido para una gran parte de la sociedad de la época. «Era tan poco dado a las apariencias que tardabas en enterarte de que estabas delante de una figura de la psiquiatría internacional«. Monzón recordó que en su correspondencia consta la estrecha relación que tenía con catedráticos alemanes, holandeses, daneses, franceses o ingleses. Tampoco alardeaba de su faceta solidaria, como el hecho de que Serrate sufragara con su dinero un centro ocupacional de día para niños enfermos.
Por todos estos méritos y otros muchos que no tuvo tiempo a desgranar, personas como Álvaro Monzón propusieron dar el nombre del oscense a la Fundación Agustín Serrate, una idea de la que el psiquiatra cree que su maestro no renegaría porque la labor de esta entidad es «modesta» y «su trabajo callado«, como lo fue el de Agustín Serrate.
(Fuente de las palabras de Álvaro Monzón, Diario del Altoaragón)
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